“Las
escuelas son talleres de humanidad, laborando para que los hombres sean
verdaderamente hombres” J. Comenio
GUÍA DE APRENDIZAJE Y
TRABAJO AUTONOMO N° 03 |
NÚMERO DE HORAS 08 |
FECHA: septiembre |
ASIGNATURA: historia GRADO
: noveno PERIODO: 3 |
Unidad 1: la edad media Temas: Invasiones barbaras y
el imperio carolingio |
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DOCENTE: JUAN ESTEBAN
GAÑAN ROMAN |
LOGROS ESPERADOS: Clasifico, comparo e
interpreto la información obtenida en las
diversas fuentes. · Utilizo herramientas
de las diferentes disciplinas de las
ciencias sociales para analizar la
información. · Saco conclusiones. |
|
CONTACTO: profeganan@gmail.com
|
Reciban todos un cordial saludo, la presente
guía tiene como fin, avanzar conceptualmente sobre los contenidos temáticos de
las clases correspondientes a la última semana del mes de agosto y a las
semanas del mes de septiembre. en ese orden de ideas, encontraran a
continuación las clases numeradas del 1 al 8, pues nuestra intensidad horaria
es de dos horas por semana, además podrán encontrar las actividades en un
tamaño de letra superior al resto del texto.
Nota: la guía anterior nos permitió
acercarnos a la comprensión de los hechos que marcaron el fin de la edad
antigua ( caída de roma) y y los orígenes de la edad media (los reinos barbaros).
Entonces, la presente guía tendrá como objetivo, armar el rompecabezas de la
edad media, comprender cuales fueron las características y legados de esta
época, a eso que nosotros llamamos “civilización de occidente”.
Clase
1 y 2
Resumen de la Edad Media
¿Qué es la Edad Media o Medieval?
Es Un período histórico ubicado
entre la edad antigua y la edad moderna, por lo tanto, una edad intermedia, que
quedaba en el medio por eso nació el concepto de Edad media.
En efecto, la Edad Media tiene
inicio con la Caída del Imperio Romano de Occidente en poder de los pueblos
bárbaros en el año 476 y finaliza con la caída del Imperio Romano de Oriente o
Imperio Bizantino, cuando los turcos otomanos lograron apoderarse de
Constantinopla, la capital del Imperio bizantino o bien coincide con el
descubrimiento de América en 1492.
El nombre fue puesto por los
humanistas del Renacimiento como término despectivo, ya que la consideraban una
la época oscura comprendida entre dos momentos de esplendor cultural (edad
antigua y moderna).
Para muchos la edad medieval es
vista como una etapa oscura entre la Edad Antigua, reconocida por el arte,
cultura y civilización grecorromana de la antigüedad clásica y la renovación
cultural de la Edad Moderna (Humanismo y renacimiento). Así, sería una etapa de
retroceso y adormecimiento cultural, social y económico.
¿Cuáles fueron las etapas de la
Edad media?
Esta edad fue dividida en dos
partes, la baja edad media y la alta edad media, ¿quieres saber en qué consiste
cada una?
La alta edad media (s. IX al XI d.C.): En esta etapa se dio el
surgimiento del feudalismo o sistema feudal, que fue un nuevo sistema
socioeconómico, que consistía básicamente en un amo que era el dueño de las
tierras (conocida como feudos) y se le llamaba Señor feudal y los hombres que
trabajan la tierra se les llamaba siervos o vasallos, los cuales debían
fidelidad al señor feudal trabajaban
para él. Esta etapa se caracterizó por las relaciones feudales entre los
señores y sus vasallos.
Se estableció una monarquía en la
sociedad, esta fue dividida entre los “privilegiados” (el rey, los nobles, y el
clero) quienes poseían todo el poder, y los “no privilegiados” que lo
conformaban los vasallos y campesinos que era la considerada clase más baja.
Fue una época con un concepto teocéntrico del mundo, debido a la gran
influencia del cristianismo. La iglesia poseía gran poder ya que decidía sobre
los aspectos de educación y política.
La baja edad media comienza desde
el siglo XII al XV, es una etapa muchos cambios tanto políticos como económicos
y culturales.
A principios de esta etapa se
organizaron las cruzadas (8 en total), que fueron guerras para defensa de los
santos lugares en Palestina (aunque finalmente quedaron en poder de los
musulmanes).Estas cruzadas eran expediciones religiosas y militares.
Fue en esta época también que se
produjo el cisma de occidente. Después del gran incremento económico que hubo
en los primeros siglos le siguió una dura crisis, las malas cosechas y el
incremento de los precios afectaron a los sectores más débiles o pobres de la
población.
La situación agravó cuando la
peste asoló Europa trayendo como consecuencia el descenso de la población hasta
en un cincuenta por ciento. El Feudalismo comenzó su debilitamiento, los
campesinos se levantaron y se revelaron provocando grandes enfrentamientos.
Los campesinos empezaron a
emigrar a las ciudades, para poder desarrollar distintas actividades económicas
por lo que las ciudades se vieron con más mano de obra, estos cambios dieron
lugar a una nueva clase social, la burguesía que no eran más que una nueva
clase formada por artesanos y mercaderes que surgen en el entorno de las ciudades
en la baja edad media.
Lo anterior fue la explicación de
las dos etapas que tuvo la edad media, teniendo más claro lo que fue esta época
ahora vamos con las principales características o aquellas consecuencias que
trajo consigo esta época tanto en lo político, en lo social, económico y
religioso.
Actividad 1
Realiza un vocabulario del texto anterior
Realiza un mapa conceptual, con la información que el texto
ofrece
Clase 2 y 3
El Cuento
¿Qué es el Cuento?
Un cuento es un relato o narración breve de carácter
ficticio o real, con un argumento fácil de entender y cuyo objetivo es
formativo o lúdico.
De un modo más coloquial, también se habla de 'cuento' para
referirse a una mentira, excusa o historia inventada. Del mismo modo, un
'cuento' es un enredo o chisme.
El término cuento procede del latín compŭtus ('cuenta').
Características del
cuento
·
Aunque las historias de cuentos son muy variadas
y tocan múltiples temas, comparten ciertas características comunes:
·
El cuento tiene una estructura central vinculada
a un protagonista: en los cuentos se evitan las tramas múltiples, que sí
existen en las novelas.
·
Las acciones suelen ser ubicadas en tiempo y
espacio desde el inicio: "había una vez un rey que vivía en un castillo
encantado..."
·
Es ficticio: si bien un cuento puede estar
basado en hechos reales, su narrativa apunta a lo fantástico.
·
Cada acción desencadena una consecuencia.
·
Los personajes principales deben resolver
problemas o superar pruebas difíciles para poder lograr su objetivo.
·
Existe uno o varios personajes clave que son
esenciales para que el protagonista pueda superar sus pruebas: el hada que
ayuda a la princesa, el animal que indica el camino a seguir, etc.
·
Deben ser breves.
·
Deberían ser leídos de principio a fin como una
estructura única: al ser narraciones breves y con una estructura básica, si se
leen por fragmentos se pierde el efecto que la historia debería generar.
Actividad 2
Busca y consigna en este trabajo, un cuento de la cultura
colombiana.
Demuestra porque el cuento que elegiste cumple con todas
características arriba mencionadas.
Clase 5, 6 y 7
Estas dos clases las usaremos para leer e investigar
Actividad 3
Lee el siguiente cuento y realiza lo siguiente
a. Investiga
a que hechos históricos puede obedecer este cuento. En qué fecha y lugar de la
historia lo ubicarías y por qué.
b. Qué
importancia tienen las ciudades o los sitios geográficos que allí se mencionan,
dentro de la historia medieval.
c. Saca
un vocabulario de por lo menos 15 palabras que se relacionen directamente con
la edad media. Explica
d. Realiza
un párrafo explicando, el conflicto olitico y religiosa, al que se hace
referencia en e cuento.
La rosa de la Alhambra
En
tiempos muy lejanos, reinaba en Granada un rey moro que se llamaba Mohamed y al
cual sus súbditos apodaban "El Hayzari", que significa "El
Zurdo"
Algunos
cronistas opinan que ese apodo se debía a que era, en realidad, zurdo, es
decir, mucho más diestro con su mano izquierda que con la derecha; pero otros,
en cambio, afirman que se lo habían adjudicado porque jamás conseguía hacer
nada a derechas y su reinado fue un cúmulo de desastres y contrariedades. Lo
cierto es que un día, mientras cabalgaba seguido por su séquito por las
estribaciones de la Sierra, se tropezó con uno de sus destacamentos, que
regresaba de una incursión fronteriza trayendo consigo un buen número de
prisioneros.
El Rey,
naturalmente, se interesó por los cautivos y pronto le llamó la atención la
belleza de una joven cristiana que, inconsolable, lloraba angustiada en los
brazos de su dueña. Preguntó quién era y le contestaron que la hija del alcaide
de una fortaleza que habían atacado y saqueado, a lo largo de su incursión.
Mohamed, muy interesado, mandó que fuese llevada inmediatamente a su propio
palacio y, una vez allí, fue alojada no como una prisionera, sino como una
huésped de honor, reservándole las mejores habitaciones y poniendo a su
disposición un enjambre de sirvientes. Y a los pocos días, la pidió en
matrimonio. La joven cautiva rechazó al principio aquella oferta. ¡No, ella
jamás podría casarse con un enemigo!, afirmó una y otra vez. Pero el rey,
mostrándose cauto por primera y quizá también por última vez en toda su vida,
consiguió atraerse a su dueña con regalos y promesas, convenciéndola de que
aconsejase a la joven de acuerdo con sus deseos. Y la dueña, que era también
una muchacha joven y de temperamento vivo e inquieto, habló con su señora,
diciéndole: -¿Por qué os negáis, señora, a convertiros en la esposa del rey
moro? Es, en efecto, un enemigo de nuestro pueblo, pero, decidme, ¿Qué
conseguís negandoos...? En lugar de reina y señora, os veréis convertida en una
pobre cautiva y toda vuestra vida se deslizará entre rejas. El Rey Mohamed es
un hombre cortés y ha prometido que os permitirá seguir practicando vuestra
religión. Aceptad, pues, mi señora.
Vuestro
padre muerto, no tenéis familia alguna, ¡nadie vendrá a socorrernos! No tenéis
más alternativa que ser reina, poseer cuantiosas riquezas y palacios de
ensueño, ser servida por cientos de criados o convertiros en una pobre cautiva
durante el resto de vuestra vida. Al fin la joven se dejó convencer. Y a los
pocos días se convertía en la esposa de Mohamed "El Zurdo". Su dueña
se quedó naturalmente a su servicio particular y desde entonces la llamaron con
el nombre moro de Kadiga. Pasó algún tiempo y, al año de la boda, les nacieron
tres niñas preciosas
. El
monarca hubiera preferido que fuesen niños, pero como amaba mucho a su esposa,
ese nacimiento le llenó de satisfacción. Y como es costumbre entre los árabes,
mandó llamar a los astrólogos del reino, para que predijeran el destino de las
recién nacidas princesas. Y los astrólogos contestaron: - Estas princesas serán
célebres por su extraordinaria belleza, ¡oh rey! Pero debéis tener mucho
cuidado cuando llegue el momento de casarlas. Vigílalas personalmente, si no
deseas que hagan un matrimonio que no ha de ser de tu agrado. Al Rey aquella
predicción no le preocupó gran cosa. Pasarían aún muchos años antes de que
llegase el momento de casar a las princesas. Y cuando ese momento llegase por
fin, él tenía a su disposición soldados, sirvientes y guardianes, para
vigilarlas y evitar que pudieran hacer un matrimonio indigno de su rango de
princesas. El real matrimonio ya no tuvo más hijos y la reina murió a los pocos
años, encomendando a las niñas al amor de su esposo y los cuidados de la fiel
Kadiga. Siguió pasando el tiempo. Hasta que, un día, el monarca recordó las
palabras de los astrólogos y a pesar de que las princesas eran todavía niñas,
se dijo que era mejor prevenir con tiempo los acontecimientos y decidió
enviarlas a un castillo alejado de la corte. Su nombre en el castillo real de
Salobreña y estaba situado en el interior de una fortaleza mora, casi
totalmente inexpugnable. Y allí vivieron las princesas durante tres años,
rodeadas de toda clase de lujos y comodidades, en compañía de la fiel Kadiga, y
servidas y cuidadas por criadas y sirvientes que se anticipaban a todos sus
caprichos, para satisfacerlos al instante. Tenían también algunos maestros,
entre los más sabios del país, pues su padre deseaba que recibieran una
educación inmejorable.
Pero aún
cuando las tres recibían las mismas enseñanzas pronto descubrieron que sus
caracteres eran totalmente distintos. La mayor (habían nacido con tres minutos
de diferencia la una de la otra) se llamaba Zaida y era muy inquieta e
intrépida, así como también sumamente curiosa y amiga de conocer hasta el fondo
todas las cosas. Le gustaban mucho los libros y era particularmente estudiosa.
La segunda se llama Zoraida y era amante de la belleza. Por eso, sin duda,
sabiéndose hermosa, gustaba de contemplarse durante largos ratos en el espejo
de su habitación, o en las tranquilas aguas de los estanques que adornaban los
jardines del palacio. Y se interesaba enormemente por las joyas y por los
adornos, así como también por el arreglo de las salas que les estaban
reservadas y por la confección de sus vestidos.
La
pequeña, llamada Zorahaida, era extraordinariamente tímida y dulce. Tenía una
personalidad mucho menos definida que la de sus hermanas y gustaba de cuidar a
los pájaros, así como también a las flores que crecían bajo su ventana. Era muy
reposada y a menudo dejaba pasar las horas escuchando el trino de los pájaros o
la música de la flauta de un pastor, o el eco de las canciones de los
pescadores que, al anochecer, regresaban a sus casas con las redes llenas de
peces. Claro que, precisamente por su naturaleza tímida y dulce, todo la
conmovía y llenaba de temor, incluso el simple retumbar de un trueno en la
montaña o el rumor de una tormenta desencadenada en las costas, frente a las
cuales se levantaba el castillo. Y así transcurría, apacible y tranquila, la
vida de las tres princesas recluidas en aquel castillo inexpugnable. Hasta que
un día...
Un día,
cuando las princesas, para refrescarse durante las calurosas horas del
mediodía, bajaron como de costumbre hasta una torre que recibía directamente la
brisa del mar, llegó a la costa una galera llena de hombres armados. Zoraida y
Zorahaida dormitaban entre almohadones, pero Zaida, siempre inquieta, siempre
curiosa, advirtió que de la galera desembarcaba un buen número de moros
armados, conduciendo varios cautivos cristianos. Se apresuró a despertar a sus
hermanas y las tres siguieron atisbando entre las celosías de su ventana, que
las ocultaban por completo a cualquier mirada del exterior. Al momento, tres de
los cautivos llamaron poderosamente la atención de las princesas.
Acostumbradas
como estaban a que todos sus sirvientes fuesen ancianos, sus guardianes rudos y
de físico poco agradable, se sintieron atraídas por la apostura, la gallardía y
también la juventud de aquellos tres caballeros. - ¡Jamás había pisado esa
costa un caballero tan apuesto como ese que lleva el traje de color carmesí! -
exclamó Zaida, siempre la más impulsiva de las tres. - ¡Fijaos en aquél que
viste de verde! ¡Qué elegante, a pesar de que su traje demuestra que sostuvo
una fuerte lucha antes de ser apresado! ¡Jamás vi otro más gallardo! - exclamó
después Zoraida. La pequeña no dijo nada. Su timidez le impedía expresar en voz
alta sus pensamientos, aún delante de sus propias hermanas. Pero a su vez se
sintió atraída por el tercer caballero, que vestía de azul. Cuando Kadiga fue a
buscarlas, porque debían dar su lección de música, las encontró con aspecto
abatido, melancólicamente sentadas en las otomanas cubiertas con ricos
almohadones de seda. - ¿Qué os sucede? - les preguntó, asustada.
Y ellas,
que no tenían secretos para la buena mujer, le contaron lo que habían visto. -
¡Pobres muchachos! - exclamó. - Estoy segura que más de una dama, en su país,
sentirá llenarse de angustia su corazón al tener noticia de su cautiverio.
Porque si es cierto lo que decís de su gallardía y apostura, seguro que suelen
participar en brillantes torneos. ¡Ay, queridas princesas, qué hermosos son los
torneos de los cristianos! Zaida, siempre curiosa, se interesó al punto por
saber cómo se desarrollaban aquellos torneos, de los que con tanto entusiasmo
hablaba Kadiga. Y la mujer no se hizo rogar para explicárselo con todo lujo de
detalles, porque la conversación había traído a su memoria los tiempos ya
lejanos, en que vivía en el país que la vio nacer. Las conversaciones eran
interminables, pues las niñas no se cansaban de escuchar y la fiel aya de
explicar. Y cuanto más hablaban, mayor curiosidad sentían las princesitas por
conocer los usos y costumbres, que habían sido los de la dulce mujer que les
dio el ser. A partir de aquel día, a menudo se interesaban las princesas por
conocer nuevas historias de caballeros cristianos. Y, naturalmente, era siempre
Zaida quien hacía las preguntas, pero Zoraida, por su parte, cuando Kadiga les
hablaba de la belleza de las damas, lanzaba furtivas miradas al espejo, que le
devolvía su imagen, como si deseara convencerse de que ella podría muy bien
competir en hermosura con tales damas, mientras Zorahaida suspiraba
melancólicamente cuando hablaba de las serenatas que, terminados los banquetes
y las fiestas, ofrecen los caballeros a sus damas a la luz de la luna. Al fin
Kadiga se dio cuenta de que aquellas historias hacían daño a sus jóvenes
princesas, porque las hacían soñar en contra de las órdenes de su padre el Rey.
"Se han convertido en jóvenes casaderas -se dijo. - Avisaré a
Mohamed". Y a través de un emisario de confianza le envió un mensaje en el
que, después de felicitarle por el cumpleaños de sus hijas, le decía que las
princesas se alegrarían mucho de verle. Y también le envió un cofre
delicadamente cincelado, dentro del cual el soberano encontró, reposando en un
lecho de hojas frescas, tres frutos muy hermosos: un melocotón, un albaricoque
y un prisco. El Rey, que como todos los orientales comprendía el lenguaje de las
flores y los frutos, entendió al instante el mensaje oculto de la sagaz Kadiga.
"Ha llegado el momento crítico, predicho por los astrólogos - pensó. - Mis
hijas han llegado a la edad en que han de contraer matrimonio. Y yo,
personalmente, debo cuidar de que elijan marido de acuerdo con su rango".
Pocos días después, el Rey, al frente de una brillante comitiva, partía en
dirección al castillo de Salobreña, para recoger personalmente a sus hijas y
traerlas consigo a la corte para lo cual ya había dispuesto fuese preparada una
torre en la Alhambra, donde serían alojadas con todo lujo y riqueza. Mohamed se
sorprendió mucho al ver a las princesas. Hacía ya tres años que no las había
visto y advirtió que se habían convertido de jóvenes de gran belleza. Zaida era
alta y de porte majestuoso. Zoraida tenía menos estatura, pero sus ojos eran
muy bellos y tenía una sonrisa cautivadora, y también su andar era grácil y
suave como el de una corza. Zorahaida no tenía el porte de su hermana mayor, ni
tampoco la belleza cautivadora de la segunda, pero su mirada era tan dulce, su
expresión tan tímida y vacilante, siempre en busca de apoyo y protección, que
resultaba encantadora. Al igual que sus hermanas, se acercó a saludar a su
padre, disponiéndose a besarle la mano, pero, al mirarle a los ojos y ver el
cariño con que el monarca la observaba, su ternura salió a la superficie y, con
un gesto impulsivo, le echó los brazos al cuello. "Me siento orgulloso de
mis hijas - se dijo el monarca. - Cuidaré celosamente de que no se cumplan los
horóscopos de los astrólogos, porque a las tres deseo verlas casadas a mi
gusto, con hombres dignos de su belleza y de mi poder". Se preparó el
regreso a Granada.
Y para
evitar que nadie pudiera ver a las princesas, el rey mandó emisarios con el encargo
de despejar por completo los caminos por los que la cabalgata debía pasar,
ordenando que todas las casas de los pueblos que atravesaban permaneciesen con
las puertas y las ventanas totalmente cerradas. Se inició la marcha. Las tres
princesas, siempre seguidas de su fiel Kadiga, montaban tres alazanes blancos
de bella estampa, ricamente enjaezados con bridas y estribos de oro adornados
con perlas y piedras preciosas. Y a su alrededor, la guardia negra de su padre
les prestaba brillante escolta. Casi habían llegado ya a las puertas de
Granada, sin haber tenido el menor tropiezo, cuando, en dirección contraria,
vieron acercarse un grupo de soldados moros que conducían a unos prisioneros.
No había tiempo para que se apartaran, y así, el jefe del destacamento ordenó a
sus hombres que se echasen al suelo, con el rostro oculto, amenazándoles con
terribles castigos si se atrevían a lanzar una sola mirada hacia la comitiva
real. Todos los soldados se apresuraron a cumplir la orden, y también los
prisioneros... Pero entre éstos se encontraban precisamente los tres caballeros
cristianos, que llamaran la atención de las princesas cuando les vieron
desembarcar en la costa.
Y estos
tres caballeros, quizá porque no entendieron la orden, quizá porque eran
demasiado altivos para obedecerla, permanecieron de pie, viendo cómo se
acercaba el lujoso cortejo. ¡Qué indignación la del monarca! Desenvainó su
cimitarra y personalmente hubiese dado muerte a los tres rebeldes, si el jefe
del destacamento al que habían sido confiados no hubiera intercedido en su
favor, haciéndole comprender al rey que se trataba de caballeros muy
principales, por los que sus familias pagarían sin duda elevados rescates. Y
también las princesas, que habían contemplado toda la escena, se acercaron a su
padre y le suplicaron que les perdonase la vida. - Bien, les perdono - afirmó
el rey, envainando de nuevo su cimitarra. - Pero serán castigados. Ordeno que
sean llevados a la Torre Bermeja y obligados a realizar duros trabajos.
Mohamed,
llevado de su indignación, había olvidado la prudencia y así no advirtió que
las princesas, en su afán de salvar la vida de los tres cautivos, se habían
levantado los velos que, como es costumbre entre las mujeres moras, les cubrían
por completo el rostro. Con lo cual dejaron al descubierto su radiante
hermosura, que causó honda impresión en los corazones de los jóvenes caballeros
cristianos. Mientras que ellas, a su vez, al oír cómo el jefe del destacamento
hablaba de sus prisioneros con respeto y consideración, sintieron que crecía la
admiración que ya les profesaban. La comitiva reanudó por fin su marcha. Pero
Zaida, Zoraida y Zorahaida, se quedaron pensativas durante largo rato Y una vez
instaladas en su nueva residencia, demostraron al paso de los días una
melancolía y una tristeza que cada vez iba en aumento. La torre de la Alhambra
que su padre les había destinado era, sin embargo, una de las más lujosas y
maravillosas que la más sorprendente imaginación pueda soñar. Comunicaba con el
palacio real a través de la muralla que rodea toda la cima de la colina, pero
quedaba algo apartada, poseyendo un jardín en el que crecían los mejores
árboles frutales y las más hermosas y exóticas flores, destinado al exclusivo
recreo de las tres princesas.
En su
interior, la torre estaba amueblada con exquisito gusto, todas las habitaciones
eran del más puro estilo árabe y se abrían sobre un patio interior, en el que
siempre reinaba una agradable temperatura, incluso en las horas más calurosas
de los días de verano. En el centro se alzaba una fuente de alabastro, adornada
con figuras de oro y diversas jaulas primorosas, en cuyo interior cantaban los
pájaros más alegres y hermosos, que contribuían a dar un maravilloso encanto a
aquel lugar. Sin embargo, la melancolía de las princesas era cada día mayor,
con gran sorpresa por parte del monarca, que sabía que en el castillo de
Salobreña vivían felices y contentas. Incluso pensó que aquello podía deberse a
que, siendo ya muchachas casaderas, necesitaban interesarse por los vestidos,
las sedas y las joyas. Y mandó a la torre a los mejores joyeros y artífices de
la ciudad, como también a costureras y comerciantes, dejando a sus hijas en
completa libertad para adquirir o encargar todo cuanto desearan. Pero todo fue
en vano. Las princesas apenas prestaron ninguna atención a los brocados, las
telas preciosas, los anillos de brillantes, los collares de perlas, las
diademas de raras pedrerías orientales o los objetos preciosos. Y el rey no
sabía qué hacer. Por fin, decidió consultar con Kadiga. - Tú has cuidado a las
princesas desde su más tierna infancia y tengo plena confianza en tu discreción
y buen juicio - le dijo cuando llegó a su presencia. - Te ruego que averigües
la causa de la extraña melancolía que las aflige, porque es preciso que veamos
cómo podemos curarlas. Kadiga prometió cumplir lo que se le ordenaba y se
apresuró a reunirse de nuevo con las princesas.
Y así,
aunque su experiencia y sus años le hacían ver con toda claridad qué era lo que
afligía a las muchachas, aparentó completa ignorancia y les preguntó: - ¿Qué os
sucede? ¿Cómo es posible que viváis tan tristes y abatidas, en una residencia
tan hermosa como esta que vuestro padre os ha ofrecido...? Las princesas
miraron con indiferencia el lujo que las rodeaba y suspiraron, pero ninguna
palabra salió de sus labios. - ¿Os gustaría, acaso, que ordenara traeros el
maravilloso papagayo, del que dicen que posee un vocabulario más completo que
el de ningún mortal? - ¡Qué horrible sería tener que escuchar continuamente las
palabras, sin sentido, de un animal que no sabe lo que se dice! - exclamó
Zaida, sin vacilar.
-
¿Queréis que haga traeros un mono? Quizá sus travesuras os distrajesen y
alegrasen... - ¿Un mono...? ¡Bah! - contestó Zoraida, desdeñosa. - ¿Os
distraería, quizá, escuchar las canciones del negro Casem, el más famoso de
todo Marruecos...? - Tiene un aspecto muy desagradable - afirmó Zorahaida. -
Además, por mi parte, he perdido por completo la afición musical. Entonces
Kadiga, que como ya dijimos era sumamente astuta, afirmó: - No dirías eso,
princesa Zorahaida, si hubieras oído, como yo, las canciones que entonan los
tres prisioneros cristianos, encerrados en la Torre Bermeja. Uno de ellos toca
la guitarra con singular maestría y los otros dos entonan canciones muy bellas.
¡Ay, cómo despertaron los recuerdos de mi infancia y de mi juventud, que
transcurrieron allá, en el lejano país de mis padres!. - Tal vez nos distrajese
oír a esos tres caballeros - afirmó Zaida que, al igual que sus dos hermanas,
había enrojecido primero y palidecido después, al oír hablar a Kadiga de los
tres prisioneros. - Sin duda su música podría animarnos mucho - corroboró
Zoraida. Como de costumbre, Zorahaida no dijo nada, pero su mirada fue tan
suplicante, que la buena Kadiga se sintió emocionada. Y les prometió que haría
cuanto estuviera de su parte para complacerlas. Kadiga sabía que al hacerlo se
exponía a la cólera del rey, pero era tanto el afecto que profesaba a las
jóvenes princesas, que era capaz de cualquier sacrificio por alegrarlas.
Además,
también ella estaba emocionada, porque, como no había ocultado, las canciones
de los tres caballeros le habían traído a la memoria antiguos recuerdos de
infancia y juventud. Y también se preguntaba: "¿Qué mal puede haber en que
las princesas oigan el rasgueo de la guitarra y las canciones de esos
caballeros?". Decidió hablar con Hussein Baba, el barbudo carcelero a cuya
custodia habían sido confiados los tres prisioneros. Deslizándole en la mano
una moneda de oro, le dijo: - Mis señoras, las tres princesas que viven
encerradas en la Torre de la Alhambra, han oído hablar de la singular ciencia
musical que poseen los cautivos cristianos y desean oírles. - ¡El rey puede
enojarse y hasta incluso castigarme con la muerte! - exclamó Hussein Baba,
asustado ante lo que se le proponía. - ¡Oh, no! El rey ni siquiera lo sabrá.
Bastará con que mañana al mediodía lleves a los prisioneros a trabajar al
barranco que separa la Torre Bermeja de la colina en la que se levanta la
Alhambra, precisamente por el lado de la torre que habitan las tres princesas.
Y en los
descansos de su trabajo, permíteles que canten las canciones de su tierra.
Desde allí, sólo mis señoras pueden oirles..., ¡y te pagarán bien tu
amabilidad, no lo dudes!. y como que al decir esas palabras la astuta Kadiga
deslizó una nueva moneda en la mano del barbudo carcelero, Hussein aceptó por
fin. Al día siguiente las tres princesas se pasaron toda la mañana llenas de
impaciencia, esperando que llegase la hora del mediodía. Y en efecto, a esa
hora, mientras sus compañeros de trabajo reposaban bajo los árboles y sus
guardianes estaban sentados tranquilamente, gozando también de un rato de
descanso, los tres caballeros cristianos, al pie mismo de la torre de las
princesas, entonaron algunas de sus mejores canciones españolas, acompañándose
con el rasgueo de la guitarra.
En la
tranquilidad de aquellas horas, sus voces llegaron con claridad desde lo
profundo del barranco hasta lo alto de la ventana en la que se encontraban las
princesas. Y al punto se llenaron de animación sus ojos, mientras desaparecía
de sus mejillas la palidez que durante tantas semanas había llenado de
preocupación a su padre. Kadiga, en el fondo, estaba asustada, temiendo que
alguien pudiera sorprenderles. Pero también a ella la emocionaban las bellas
canciones españolas.
Al fin,
cuando la guitarra enmudeció y también dejaron de oírse las voces bien
timbradas de los caballeros, Zoraida tomó un laúd y, con voz dulce, entonó a su
vez una canción, cuyo estribillo era extraordinariamente significativo: "Aunque
oculta está la flor, con deleite escucha al galante ruiseñor..." La voz de
la princesita era dulce y juvenil y no podía por menos de producir impresión en
los que la oyeran, máxime si estos eran unos jóvenes ansiosos de libertad y de
amor. Y así se fueron tejiendo los hilos de aquel romance entre unos caballeros
cautivos y tres niñas moras, que casi no se conocían. Gracias a las monedas de
oro que Kadiga iba deslizando periódicamente en la mano del barbudo Hussein
Baba, los caballeros eran llevados diariamente al barranco. Y también a diario
podían oír las princesas sus canciones, a las que contestaban, manteniéndose
así una especie de comunicación que a todos satisfacía. Pero un día ninguna
canción subió desde el barranco. Ni al siguiente, ni al otro... Las princesas
se angustiaron. ¿Qué podía haberles sucedido a los tres caballeros cautivos?
Kadiga salió en busca de noticias y regresó muy apenada. - ¡Es el fin de
vuestro sueño, mis hermosas princesas! -les dijo, a su regreso-. Los tres
caballeros españoles han sido rescatados por sus familias y ahora se encuentran
en Granada, disponiendo el regreso a su patria. Consolaos pensando que, sin
duda, otras damas les esperan en Sevilla o en Córdoba. Las palabras llenas de
buen sentido de Kadiga, no consiguieron calmar a las tres princesas.
Zaida
estaba indignada; consideraba que los caballeros, al partir, les hacían objeto
de un desaire que su altivez y su dignidad no podían permitir. Zoraida lloraba,
pero temiendo que las lágrimas estropeasen su belleza, se apresuraba a
enjugárselas después..., para volver a llorar un segundo más tarde, tan grande
era el pesar que sentía en el corazón. Y Zorahaida, suspiraba melancólicamente
y lloraba en silencio, mientras su mirada se posaba, con gran tristeza, en el
barranco por el que tantas veces subieron hasta ellas las canciones de los
caballeros. Y así transcurrieron tres días, sin que ni por un instante se
mitigara el dolor y la tristeza de las hermosas princesas.
Por fin,
a la mañana del cuarto, Kadiga entró en su cámara, simulando una gran indignación:
- ¡Qué desfachatez la de esos caballeros! ¡Qué insolencia la suya! ¡Qué
atrevimiento! ¡No quiero que volváis a hablarme de esos caballeros españoles
¡Si vuestro padre llegara a enterarse...! - ¿Qué sucede, buena Kadiga?
-inquirió Zaida, preocupada ante todas aquellas exclamaciones. - Me han
propuesto nada menos que hacer traición al rey, vuestro padre. - Explícate, por
favor -le pidieron Zoraida y Zorahaida. - Sí, os lo diré. ¡Vaya si os lo diré!.
Pues veréis, los caballeros cristianos se han atrevido a pedirme que os
convenza para que aceptéis marchar con ellos a su patria, Córdoba y allí os
convirtáis en sus esposas. Es terrible, terrible... ¡Qué insolencia! Las tres
princesas se miraron la una a la otra, perplejas..., pero sintiéndose también
muy contentas, en el fondo de sus corazones. Por fin, fue Zaida quien, como de
costumbre, rompió a hablar: - Y eso, ¿sería posible...?
En el
supuesto, naturalmente, que aceptáramos la proposición. Kadiga respondió
rápidamente: - ¡Claro que sería posible! ¡Todo lo tienen ya dispuesto, sólo
falta vuestro consentimiento! ¡Son unos insolentes y unos atrevidos, ya os lo
dije!. Hussein Baba ha sido comprado con sus promesas y ha elaborado un plan
muy bien organizado. ¡Se han atrevido a pedirme que engañe a vuestro padre, que
ha depositado en mí su confianza! - Ha depositado su confianza en ti, en efecto
-replicó Zaida-, pero no en nosotras.
Por el
contrario, desde hace años nos mantiene encerradas como prisioneras. - Sí,
tienes razón -corroboró Kadiga-. Y por otra parte, la tierra de esos caballeros
es también la de vuestra madre y su fe la que ella tuvo desde su niñez hasta el
día de su muerte. ¡Si supierais cuánto sufrió al advertir que iba a morir,
pensando que vosotras seríais educadas en la religión de vuestro padre y jamás
conoceríais el cristianismo! Las tres princesas se miraron de nuevo. La
decisión iba afirmándose en sus espíritus. - Kadiga tiene razón -afirmó Zaida-.
Y en el país de nuestra madre viviríamos en libertad, junto a un esposo joven y
enamorado, mientras que aquí vivimos prisioneras de un padre intransigente y
severo.
Después,
dirigiéndose a Kadiga y comprendiendo que la pobre mujer temía que la dejasen
sola y a capricho de la cólera del rey, siguió diciendo: - En cuanto a ti, no
temas. También tú vendrás con nosotras y podrás regresar a tu ciudad natal o
bien quedarte a vivir a nuestro lado. ¡Has sido siempre muy buena y nos has
querido y ayudado en todo momento! -También los caballeros cristianos me han
propuesto que marche con vosotras. Dicen que así tendréis quien cuide de
vosotras durante el viaje, en tanto llegáis a sus palacios y os convertís, en
sus esposas. Y como que también Hussein Baba huirá con ellos de Granada, él se
encargará de llevarme a la grupa de su caballo. Y así quedó todo decidido.
Claro que
Zorahaida, como de costumbre, sintió temor, pero el ejemplo y las palabras de
sus hermanas mayores la ayudaron a decidirse. Terminó diciendo que también ella
estaba dispuesta a huir. La colina sobre la que se levanta la Alhambra, está
llena de pasadizos secretos y pasillos que sólo algunos conocen.
Y por uno
de esos pasadizos, que Hussein Baba conocía bien gracias a las confidencias de
un capitán de la guardia real, el barbudo carcelero se había comprometido a
sacar de su torre a las princesas y a su dueña, y llevarlas al otro lado de las
murallas que rodeaban la ciudad, donde ya las aguardarían los caballeros
españoles, con caballos fuertes, resistentes y veloces, con los cuales
llegarían a la frontera en poco tiempo. Por fin llegó la noche señalada para la
huida.
Como de
costumbre, la guardia negra custodiaba la torre de las princesas y la puerta
estaba bien cerrada con varios candados y fuertes cerrojos. Pero la fiel Kadiga
estaba al acecho y llegada la medianoche, oyó que Hussein Baba llegaba al pie
de la ventana que daba a los aposentos de las princesas y hacía la señal que de
antemano habían convenido. Era el momento. La buena mujer tomó la escalera de
cuerda que desde el día antes tenía guardada, oculta a posibles miradas
indiscretas, la ató al alféizar de la ventana, y haciéndoles una seña a las
princesas para que la siguieran, comenzó a bajar la primera, para evitarles a
las jóvenes cualquier tropiezo o contratiempo inesperado que pudiera surgir.
Zaida y Zoraida la siguieron sin la menor vacilación.
Pero
cuando Zorahaida se dispuso a poner el pie sobre la escala de cuerda, sintió un
escalofrío de temor. Su mirada se dirigió a la habitación que iba a abandonar.
Desde su infancia había permanecido prisionera, en efecto, pero entre los muros
del castillo de Salobreña primero y en esta Torre de la Alhambra después, había
vivido segura. ¿Qué era lo que el Destino le reservaba allá en Córdoba, en
aquel país desconocido...? Claro que al punto recordó a su valiente caballero,
el que vestía de azul y sintió que la decisión de partir sin más demora la
invadía de nuevo. Pero, al instante siguiente, pensó en su padre y de nuevo se
sintió vacilar, a efectos de su cariño filial y de la ternura que, a pesar de
su aspecto rudo, le inspiraba el rey.
Desde
abajo sus hermanas insistían, mientras Kadiga, preocupada, afirmaba que tantas
vacilaciones podían dar al traste con todos sus proyectos. Hussein Baba se
impacientaba y amenazaba con partir, abandonándolas. Pero todo era inútil. La
dulce y tímida Zorahaida vacilaba y sus vacilaciones no terminaban. Minuto a
minuto crecía el peligro. De pronto, se oyeron pasos. - La patrulla de
vigilancia inicia su ronda -afirmó Kadiga-. Princesa Zorahaida, si no bajas
inmediatamente pondrás peligro la seguridad de tus hermanas. Decídete de una
vez, o nos marcharemos sin ti. La joven princesa sintió aumentar su temor. Y
por fin, soltó la escalera que fue a caer a los pies de sus dos hermanas,
asustadas al ver que ya nada podían hacer por ella. - Me quedo -afirmó Zorahaida-
.¡Que el Destino sea benigno con vosotras, mis muy amadas hermanas! Os deseo
toda suerte de venturas.
Sed
vosotras felices, ya que yo jamás llegaré a serlo. Al momento, Zaida y Zoraida
pensaron que no podían abandonar a su hermana, pero pronto comprendieron que
habiendo ella soltado la escalera, no les quedaba otra solución que marchar.
Además, la patrulla avanzaba y lo mismo Kadiga que Hussein advirtiendo el gran
peligro que corrían si eran descubiertos, las empujaban hacia el pasadizo
subterráneo. A tientas, se deslizaron por el laberinto abierto en la roca viva
y por fin lograron llegar, sin ser vistos, hasta el otro lado de las murallas,
donde ya les esperaban los tres caballeros, disfrazados de moros.
Naturalmente,
el enamorado de Zorahaida experimentó una grandísima contrariedad al saber que
la más joven de las tres princesas había decidido quedarse en el palacio. Y a
toda costa quería ir personalmente en su busca. Pero Kadiga le hizo comprender
que no tardaran los criados, o la guardia, en advertir su huida, si no la
habían advertido ya, y el monarca se apresuraría a enviar en su persecución
fuertes destacamentos.
El joven
cristiano comprendió que la buena mujer tenía razón. ¡No podían perder tiempo
en lamentaciones, ni mucho menos poner en peligro a las otras princesas! Y a
los pocos minutos, cuatro caballos partían veloces en dirección al Paso de
Lope, en su viaje hacia Córdoba. Kadiga iba montada en la grupa del caballo de
Hussein Baba y Zaida y Zoraida en las de sus respectivos caballeros. Sólo el
enamorado de Zorahaida no llevaba a nadie, y el recuerdo de la dulce y tímida
princesa, le hacía lanzar continuas exclamaciones de pesar y hondos suspiros se
escapaban a cada instante de su corazón. De pronto, oyeron fuerte sonar de
trompetas y tambores, que el eco de los valles parecía difundir a muchas leguas
a la redonda y que provenían de las murallas de la Alhambra. - ¡Han descubierto
nuestra fuga! Debemos apresurarnos gritó Hussein.
Todos
picaron espuelas a sus caballos y la carrera se hizo aún más veloz. Al llegar
al pie de Sierra Elvira se detuvieron un momento para escuchar. Felizmente para
ellos, no se oía nada. ¡Sin duda todavía no habían encontrado su pista! -
¡Podremos escapar! - exclamaron a coro los tres caballeros. Pero apenas habían
pronunciado estas palabras, cuando se encendió una luz en el punto más alto de
la Alhambra. - ¡Esa luz pondrá sobre aviso a los guardianes de todos los pasos
que cruzan la montaña! -exclamó Hussein-. Corramos, corramos... Los cuatro
caballos aumentaron aún más la velocidad de su carrera.
Pero
pronto advirtieron que las luces de todas las atalayas, colocadas sobre las
montañas, iban encendiéndose a su vez contestando así al aviso de la que se
había encendido en la Alhambra. - ¡Si no conseguimos cruzar el puente antes de
que la alarma llegue hasta allí, estamos perdidos! - exclamó Hussein. Y todos
picaron de nuevo espuelas a sus caballos. Pero cuando llegaron a las
inmediaciones del puente de los Pinos, advirtieron que estaba poblado de luces
y de gran número de soldados a pie y a caballo. Jamás podrían cruzar el puente.
Hussein, sin embargo, tenía recursos para todo. Haciendo una señal a los
caballeros, para que le siguiesen, remontó el río, siguiendo la orilla, hasta
llegar a un punto donde las aguas parecían bajar con menos furia. Y, entonces,
sin dudarlo un solo instante, se metió en el agua. Lo mismo hicieron los tres
caballeros, no sin antes recomendar a Zaida y a Zoraida que se agarrasen
fuertemente a sus cinturones.
Y aunque
la corriente era fuerte, fuertes eran también los brazos que sujetaban las
bridas de los caballos y grande la valentía de los jinetes. Por eso pudieron
por fin llegar felizmente al otro lado. Desde allí, siguiendo unos caminos muy
ocultos entre las peñas, que Hussein conocía perfectamente, llegaron sin nuevos
contratiempos hasta Córdoba ¡Cuántos festejos se celebraron en la ciudad, para
celebrar el retorno a la patria de los tres gallardos caballeros, así como
también la llegada de las dos princesas!
Las
nobles familias a las que pertenecían los jóvenes, acogieron con gran cariño a
Zaida y a Zoraida, las cuales, después de ser bautizadas por el obispo, se
convirtieron en las felices esposas de sus dos enamorados caballeros. La
leyenda nada, o casi nada, dice acerca de la reacción del monarca al enterarse,
de la huida de sus dos hijas mayores. Sólo se sabe que, a partir de entonces,
redobló la vigilancia cerca de la más pequeña, la tímida y dulce Zorahaida, la
que no tuvo valor para acompañar a sus hermanas. Y hay quien asegura que la joven
se arrepintió de no haberlo hecho. Todos los habitantes de Granada podían
verla, a menudo, melancólicamente reclinada en el alféizar de las altas
ventanas de la torre en la que día y noche permanecía encerrada, mirando a lo
lejos, en dirección a Córdoba. Siempre estaba suspirando y algunas veces se
oían las notas de su laúd, acompañando a las canciones que cantaba, tristes y
melancólicas. Murió muy joven y, según cuenta la tradición, fue enterrada en
uno de los jardines que se encuentran debajo de la torre.
Allí
creció un rosal que siempre florecía con una rosa única. Su muerte en la flor
de la vida, dio origen a muchas leyendas, pero ésta, llamada "la rosa de
la Alhambra", es la que más ligada está a la dulce princesita, que no tuvo
valor para seguir el destino que los astrólogos habían previsto para ella. De
lo que sí se habla todavía en la ciudad de los califas es de que su padre solía
pasear junto al rosal y sus miradas entristecidas se posaban sobre las flores,
mientras decía suspirando: - ¡Mi rosa preferida! ¿Por qué te marchaste de la
Alhambra, que tanto suspira por ti? Pero a esta pregunta la princesita no
habría podido responder sin explicar su gran tragedia de libertad que no supo
reconquistar en un momento de su vida.
FIN
Clase 8 y 9
Características de la Edad Media
La Economía
edad media
caracteristicasEn lo económico, se sustituyó el modelo de producción esclavista
por el modelo de producción feudal, que consistía en una sociedad feudal, el
rey concedía grandes extensiones de tierra llamados feudos a los nobles y
obispos, y estos a su vez ponían a trabajar a los campesinos en las tierras
haciendo estos los trabajos de agricultura sobre los feudos.
Sembraban y
cosechaban los cultivos y daban la mayor parte de la producción al propietario
de la tierra o señor feudal. A cambio de su trabajo, se les permitió vivir en
la tierra. También se les prometió protección en caso de invasión enemiga, de
esta manera se empezó a manejar todo en el plano económico, de esta manera se
creó algo llamado el Feudalismo(Consulta ahí todo sobre el Feudalismo).
¿Cómo se creó el feudalismo?
Con las guerras y la
inseguridad en las calles, se creó una relación de dependencia entre las
personas que buscaban protección y quienes la ofrecían, los campesinos que no
tenían mucho poder buscaban a quienes si lo tenían a cambio de fidelidad y
trabajo duro además de dar sus tierras(feudos), esto hizo que se creara una
estructura social, económica, política y cultural, basado en la propiedad de la
tierra fue predominante en Europa occidental durante la época medieval.
Fue marcado por el
predominio de la vida rural y por la ausencia o reducción del comercio en el
continente europeo.
La sociedad feudal
se basaba en la existencia de dos grupos sociales, amos y criados. El trabajo
en la sociedad feudal estaba fundado en la servidumbre, donde los trabajadores
vivían presos a la tierra y subordinados a una serie de obligaciones en
impuestos y servicios.
Además, en el
feudalismo fue que se crearon las clases sociales que mencionaremos a
continuación.
La Organización Social
En lo social se
caracterizó por la desigualdad en este aspecto ya que la sociedad fue dividida
en clases, y ciertos grupos tenían más privilegios que otros.
La sociedad en esta
época se dividió en:
La nobleza, el clero y la población campesina.
La nobleza: en esta
estaban el rey y los señores feudales. El Rey era la máxima autoridad, era el
que ocupaba el puesto más alto y quien mandaba a los señores feudales quienes
se encargaban de los vasallos ya que el rey solo no podía hacerlo, los feudos
debían pedirles impuestos a los vasallos y llevárselos al rey.
El clero: esta era
la segunda clase social que también estaba ubicada en la zona de los
privilegiados, ellos también tenían poder sobre las personas. La iglesia
católica era quien hacia parte de esta clase social, los obispos, sacerdotes y
todos los que estuvieran involucrados de alguna u otra manera con la iglesia.
La población
campesina: estos hacen parte de los no privilegiados en la edad medieval, no
tenían libertad, es decir estos no podían salir del territorio el cual tenían
asignado para trabajar porque si lo hacían serian exiliados y se quedarían sin
hogar y sin tener como mantener a sus familias.
La Religión o La Iglesia
En lo religioso, la
Iglesia católica o cristiana en la época medieval se convirtió en la
institución más poderosa, y se dio el cristianismo. Reyes, reinas y otros
líderes derivan gran parte de su poder de sus alianzas con la protección de la
Iglesia.
La Iglesia Católica
influenció bastante en el arte medieval. Las enseñanzas de la Biblia eran
reproducidas en las pinturas, en las vidrieras de las iglesias, en libros y
esculturas. Ellos eran creados para enseñar a la población sobre religión, pues
la mayoría de las personas eran analfabetas, siendo la educación, un privilegio
sólo de la nobleza. Después de la muerte de Carlos Magno, las actividades
culturales dejaron de ser el centro del Imperio, siendo realizadas sólo en los
monasterios.
La gente común de
toda Europa tuvieron que dar el «diezmo», que era 10 por ciento de sus ingresos
cada año a la Iglesia; al mismo tiempo, la Iglesia era en su mayoría exentos de
impuestos. Estas políticas ayudaron a amasar una gran cantidad de dinero y
poder.
Los obispos como
parte de la iglesia católica hacían parte del clero, por eso también tenían
dominios sobre los campesinos y las tierras que estos manejaban.
La Educación en las
Universidades
En el transcurso de
la sociedad medieval, una gran parte de la población no tenía acceso al
conocimiento, ni siquiera lo básico que es leer y escribir, y no tenía ninguna
perspectiva en la vida de retener tales conocimientos.
Las primeras
escuelas medievales se instalaban y se regían por las iglesias y monasterios, a
partir del siglo XII, hubo una concientización acerca de la educación, pues la
formación se hacía importante en el comercio, que utilizaba la escritura y el
cálculo, y en ese mismo período surgieron escuelas fuera de la iglesia.
Las universidades
comenzaron en el siglo XIII, como un tipo de asociación de profesores y alumnos
que se unía para cuestionar a las autoridades, la universidad de Francia surgió
a partir de una asociación de profesores y la de Italia fue compuesta por
alumnos.
Las universidades
permitían dentro de sus dependencias el libre pensamiento e ideologías, en esta
época existía facultad de artes, medicina, derecho y teología, todas las clases
eran ministradas en latín así como gran parte de las obras escritas.
En el siglo XI se
desarrolló una literatura variada: La poesía épica (hablaba sobre héroes y
honor), la poesía amorosa (hablaba de amor y admiración a la mujer) y Romance
(guerra, aventura y amor).
Conociendo las
diferentes características en los distintos campos saquemos un resumen de las
Características de la edad media.
Resumen de las
características de la Edad Media
Guerras: Se dieron a
causa de que los imperios querían dominar y lucharon entre sí.
Inseguridad: como
consecuencia de las guerras se vivió una época muy insegura.
Desigualdad social:
ya que la sociedad fue dividida en clases sociales de manera jerárquica
(nobleza, clero y población campesinos), algunos tenían más privilegios que
otros.
Modelo económico: es
una de las principales características fue el surgimiento del Feudalismo, donde
la riqueza la constituía la tierra; los siervos labraban la tierra y entregaban
una cantidad al dueño (señor feudal), a cambio de protección militar.
Difícil accesos ala
Educación: Durante la época medieval la educación para la población campesina
era muy poca ya que los únicos que podían acceder a esta eran la Nobleza y el
Clero.
Época Teocéntrica:
Dios aparece en el centro del mundo y de la vida de las personas. La Iglesia
influía en todos los ámbitos de la sociedad, imponía normas y leyes y buscaba
la buena convivencia de la sociedad en la edad media.
Actividad 4
Observa en YouTube, o en el canal caracol los sábados en la
mañana, uno de los capítulos de Cuentos de los hermanos Grimm. Menciona el título
y describe las escenas en las que se pueden percibir las características
medievales que acabas de leer.
Clase 10
Actividad 5
Observa la siguiente imagen, investiga todo lo que te sea
posible de ella, y haz un informe de los hallazgos. Recuerda que estamos
conceptualizando la edad media.
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